domingo, 14 de junio de 2009

No sabe, no opina

Porque la blanquiazul no sabe cómo logró deshacerse de la maldición como local y prefiere no emitir opinión de la manera en que lo hizo. Fue un cabezazo del ingresado José Carlos Fernández, tras empujón al zaguero visitante, el que le dará paz y confianza a esta semana previa a un choque decisivo para la blanquiazul en el año: ante el puntero Aurich en Chiclayo.


Foto: Isabel Ortiz Rojas; Texto: Bruno Ortiz Jaime



Entre flashes y promesas, José Carlos Fernández tuvo un primer día agitado en Matute; aquel 16 de febrero la victoria aliancista del día anterior con gol de Claudio Velázquez, junto a su regreso precipitado de Bélgica y su pasado goleador en Cienciano, lo llenaban de una presión absoluta. Debía lucharle el puesto al argentino y ganarse con goles el puesto.

Hoy la historia ha dado giros inesperados. Velázquez jamás se convirtió en el hombre-gol de Gálvez y esta noche lució su versión más dramática: de único delantero en un planteamiento inocuo, que lo convertía más en estorbo que apoyo, pues el equipo tuvo manera de avance el toque y la poca utilización de los laterales; así, el retraso del 9 para combinar o iniciar jugadas individuales conducía siempre al fracaso. En tanto, en la banca esperaba Fernández, entre los recambios que despiertan poca esperanza, a los que la gente no les pinta demasiada imagen de héroes.

Y como últimamente los árbitros habían descansado por el receso de las ácidas críticas y los casi insultos, parecieron extrañarlos, pues designaron para este partido a un adefesio de nombre Eduardo Chirinos. Es sabida la mala fama de criticón descarado que se ha ganado Roberto ‘Titín’ Drago, la que incluso lo ha galardonado con un calificativo de “huevón” por un seleccionado. Sin embargo, en este encuentro sus ansias estuvieron del todo acertadas. El juez Chirinos, más allá de los errores en jugadas puntuales, siempre estuvo a kilómetros de las jugadas, lo que le impidió seguramente ver, por ejemplo, el penal del arquero Ramírez a Sánchez o la mano intencional en el área de Javier Chumpitaz tras pase picadito de Montaño.

Lo cierto es que queda clarísimo que las deficiencias aliancistas ya no pasan por un tema de jugadores. Ahora es comprensible el porqué de sus reacciones ante el cuestionamiento de su juego. Alianza no explota las bandas para sacar un centro con peligro al área, sino para iniciar la centralización de juego. Es así que Sánchez arranca desde la derecha o izquierda siempre hacia el medio para jugar con Montaño hasta que la jugada termine diluyéndose.

Pero la orden la rompió Uribe, quien comprendió que las licencias que dejaba Chumpitaz por izquierda debían ser aprovechadas a cabalidad y sacó un centro decente para que Fernández se deshaga con falta de su marcador y clave de golpe de cabeza un golazo. La euforia fue tal porque minutos antes nada más, Bolognesi pudo alargar la historia nefasta de Alianza como local si Zavala no erraba solito frente a Forsyth.

Roja para Chumpitaz por reclamar y roja para Corrales, que no estuvo tan mal como se imaginó, medio en serio y medio para compensar (si no existía la expulsión previa al lateral bolognesiano era seguramente amarilla para el ‘Avión’). Final del partido con angustia y la tranquilidad que dejan tres puntos por el nivel preocupante del juego.

Fernández es ahora el mejor delantero de Alianza, no por el gol, sino por la realidad misma. Entró ante San Martín y también levantó al equipo, porque tiene el empuje y la técnica suficiente de la que los otros centrodelanteros, Velázquez y González-Vigil, carecen. Ahora queda a criterio de Costas aprovecharlo con un apropiado aprovechamiento de los laterales. La historia ha cambiado, mañana Fernández volverá a tener los flashes, aunque aquí jugamos un poco con su mala suerte con las redes, a su favor.


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