domingo, 26 de abril de 2009

Más allá del bien y del mal


Con el fútbol amarrete al que parece acostumbrarse, con el mismo héroe que abandonó hace días el papel de villano. Así, Alianza se impuso en Trujillo con ese gol de Wilmer Aguirre, inesperado desde la lógica y previsible desde el corazón. La blanquiazul sigue siendo papá en el Mansiche y el 'Zorrito' le vuelve pedir titularidad a un Costas que juró quedarse.


Foto: Denis Prince Delgadillo; Texto: Renzo Gómez Vega

Enviados especiales a Trujillo



Ya no asombra, tampoco extraña, pero sí preocupa. Se ha vuelto una costumbre, una apología al azar, una película repetida todas las fechas. Lo que es peor, se está convirtiendo en su distintivo, en su sello, en su marca registrada. Alianza Lima gana, es puntero y, sin embargo, despliega un fútbol carente de ideas y mecanismos tácticos. ¿Reviste mayor análisis? Indudablemente que sí.

Recordemos: Velásquez, Quinteros, Corzo, Sánchez, Gonzáles-Vigil y últimamente Aguirre. Cada partido un héroe. ¿Se trata de los superamigos? ¿Alianza es una especie de Liga de la Justicia? ¿Es acaso la suerte del campeón? Gustavo Costas –tal vez entrenador blanquiazul hasta esta noche- no ha sido capaz de implantar un patrón de juego a lo largo de las diez contiendas del Descentralizado. No ha encontrado un funcionamiento colectivo que respalde la privilegiada –quizá inmerecida- ubicación del cuadro blanquiazul en la tabla de posiciones.

Pese a todo lo expuesto, hoy confirmo que al hincha poco parece importarle. Probablemente, esta sea la diferencia más notoria entre un periodista –estamos en proceso- y un fanático. ¿Reprochárselos? Jamás.

Todo lo contrario, esta tarde fui testigo del ferviente sentimiento aliancista que abarrotó el coloso de Trujillo. Parecía un duplicado del Alejandro Villanueva. Las tribunas se tiñeron con los colores del equipo del pueblo.

En la primera etapa, la escuadra poeta tomaría la iniciativa. No obstante, ocasionaría contadas ocasiones de peligro para el arco defendido por Forsyth. A los 16 minutos un cabezazo de Meza Cuadra y a los 34 un potente zurdazo de su compañero en la dupla de atacantes, Ricardo Caldas, eran perlas del ímpetu físico que el local quiso imprimirle a los instantes iniciales.

La blanquiazul no generaba jugadas claras de gol y tampoco poseía el control del balón. Uribe y Moisela, la nueva pareja de laterales, realizaban tibios intentos cuando se sumaban al ataque, salvo este último con sus habituales ejecuciones de pelota parada. Asimismo, Montaño, quien estuvo apagado, no se asociaba con De la Haza y Trujillo, haciendo más difícil la labor de González-Vigil. ¿Claudio Velásquez? Simplemente estuvo desaparecido, como lo está desde hace buen tiempo.

Para la segunda mitad, el encuentro se tornó lento y de ritmo soporífero. Tanto Mario Viera como Gustavo Costas no tenían intenciones de arriesgar y se contentaban con la igualdad. Ni siquiera la expulsión de Santiago Salazar cambiaría la tónica. Tras los ingresos de Sánchez, Quinteros y Aguirre, se produjo una leve mejoría. Precisamente, el ‘Zorrito’ desataría la fiesta a tres minutos del final al anotar el único gol del partido, luego de un esquinado remate que no pudo conjurar el ex Alianza Joel Pinto.

¡Cómo ser autocrítico en la victoria! -dirán muchos-, más aun cuando ésta se repite con frecuencia. La victoria disfraza los errores, los empequeñece y maquilla al punto de resultar inexistentes. No obstante, el logro alcanzado sin sustento es una bomba de tiempo, un castillo de naipes que puede derrumbarse en cualquier momento. Es un albur: hoy felicidad, mañana quien sabe, casi como la situación de Costas. Veremos si en la próxima función seguirá siendo el director de esta producción eficaz y al mismo tiempo apócrifa en que se ha convertido Alianza Lima. Hoy solo queda curar la afonía.



0 comentarios:

Publicar un comentario