Ni olvido ni perdón

foto: ANDINA

Hoy no es un domingo cualquiera. Es un domingo triste para la mitad más uno del país. Alianza Lima perdió la final a la que tanto esfuerzo le costó llegar. Universitario –aunque cueste aceptarlo- fue ampliamente superior y festeja el Título Nacional.


Wilfredo Inostroza Valenzuela


Cuando has perdido una final solo quieres desaparecer, porque ya nada importa, no hay consuelo para este aciago momento. Cuando derramas lágrimas de impotencia, de rabia, de aflicción, solo deseas echarte en tu lecho, abrazar tu almohada y olvidar todo. Cuando tu peor enemigo te ha arrebatado lo que pensaste que te pertenecáa, la pena confabulada con la ira te invaden y no te sueltan hasta carcomer por completo tu tranquilidad. Cuando no tienes ánimos para sentarte frente a una computadora y redactar una crónica, solo existe el incentivo de expresar tu pesar en este momento tan doloroso para todo un pueblo.

Dudas y dolores

Pero ¿por qué el descontento? ¿Acaso no nos imaginábamos un resultado así? ¿O es que nunca aceptamos que nuestro rival siempre fue superior? Al parecer no, siempre pensamos que el enemigo nos enfrentaría igual, se defendería igual, atacaría igual; todos nos quedamos con esa imagen de nuestro equipo arrinconando al litigante, que si no fuera por un tal Raúl Fernández, ellos no hubieran sonreído en la primera batalla. Sentimos que no fuimos superados y que la guerra bautizada como Play Off todavía la podíamos ganar.

Con carta libre a soñar

Estaba dicho, era nuestra última carta, pero nuestro general, perdón, nuestro entrenador no supo enviar al campo los elementos adecuados, pecó de testarudo, continuó confiando en hombres que nunca le dieron resultados: González Vigil, Aguirre, Uribe y luego Ovelar, quienes le fallaron una vez más a Costas, tal vez solo producto de su falta de capacidad y gran deficiencia.

En cambio, en la vereda del frente, entendieron lo mal que actuaron el pasado martes a pesar de haberse llevado la victoria, era muy obvio que la sonrisa de los labios se les iba esfumar si no corregían sus errores. Lo entendieron y lo aplicaron, el bloque defensivo crema parecía invulnerable por el paupérrimo ataque de su adversario. Habían cedido la obligación de salir en busca del resultado al otro equipo, ellos solo esperaban un contraataque para dar el puntillazo final.

Estrellarse de repente

Lamentablemente, su táctica les daría resultado casi de inmediato, muy temprano (nueve minutos apenas). Aparicio derriba a Espinoza dentro del área y el juez Carrillo no duda en sancionar la pena máxima. El especialista en las pelotas paradas, Nolberto Solano, se paraba frente a Libman para fusilarlo y con ello matar la pequeña luz de esperanza que un estaba encendida en los corazones blanquiazules. Y lo consiguió. Quedaba todo el tiempo del mundo, pero se preveía que toda intención de triunfo moría cuando la pelota enviada por ‘Ñol’ tocaba la red.

Todo lo demás ya no interesa, once jugadores de un color parecían deambular con el balón, sin saber que hacer con él, mientras que otros once futbolistas lucían tranquilos, se protegían unos a otros, estaban unidos por una consigna, no permitirse caer. Una vez más Montaño no fue el desequilibrante, una vez más nuestra defensa flaqueó, otra vez nuestra carta en el ataque reflejó una ineficiencia total. No había modo, no había cómo, en el camino había un obstáculo inexpugnable. Luego de escuchar un sonido proveniente de un silbato que significaba el fin empezó tu verdadero infierno.

Golpes al ALma

Nunca olvidarás esa imagen de felicidad que irradiaba en el rostro de tu enemigo. Es humillante ver que ellos ríen mientras tú no puedes contener el llanto, es doloroso recibir insultos y agresiones por aquellos seguidores del club rival. Es punzante abandonar un estadio con la cabeza abajo y derrotado.

Y hoy sientes que todo fue en vano, que el cancelar una cita con tu amada y decirle “No, hoy no, hoy juega Alianza” no valió la pena, al igual que los incómodos y largos viajes solo para seguirte. Muchas ocasiones dejaste de lados tus obligaciones solo para estar en la tribuna de un estadio o detrás de la pantalla de un televisor apoyando los colores que idolatras.

Aquí nadie se ha muerto

Hoy tal vez te arrepientas, pero eres consiente que muy pronto lo volverás a hacer, mil veces más. Todo porque amas a Alianza Lima, porque para ti no existe cosa más importante que tu equipo, para ti siempre será el campeón en tu corazón, porque de pequeño te conquistó y ahora eres tú quien anhela estar con él toda la vida.

Hoy estás furioso y abatido, pero eres conciente de que lo olvidarás, perdonarás y todo seguirá como antes, como siempre. Que la vida es una ruleta y que si hoy lloramos, mañana festejaremos y sonreiremos en la cara del rival, pero mientras llegue ese momento no te abandonaré jamás. Si hemos estado contigo todo el año, ¿por qué no ahora que más nos necesitas? Ahora tocará escribir otra historia: nuestra historia.