No se puede vivir del amor

Ni de los huevos, ni del empuje, ni siquiera de la fortuna. ¿Hace cuánto que Alianza es una expresión futbolística vaga cuando juega de local? Hoy lo evidenció a borbotones y hasta mostró que algo de sicológico tiene la cosa. Los partidos duran 90 y no 15, y los balones al palo no se cuentan como gol. Que alguien cambie el fixture para jugar siempre de visita.


Foto: Isabel Ortiz Rojas; Texto: Bruno Ortiz Jaime


Ya basta, cansa, es cuasi una flagelación visual verlo. Alianza tiene mucho y le falta todo. Una semana, donde se habló de cuantos dólares llegaban o dejaban Matute, no le fue suficiente al equipo de Costas para descubrir y pulir internamente las taras monumentales de un equipo que pretende ganar –al fin- como local.

El Puro Huevo Fútbol Club tiene aún vacantes en su plantel, guarda que en breve nos arrebatan algún par de ‘figuras’. Si ya es sabido que con Corzo y Corrales se tiene menos subida que un globo desinflado, la figura de los creativos era hoy altamente necesaria. Quinteros y Montaño tuvieron la cabeza en otra parte menos en el partido. Fernández anduvo tan meditabundo como desconocido en la primera etapa y Aguirre no tiene más motivos para enojarse con Costas. Alianza tuvo un primer tiempo que rozó con lo ridículo: trato de no atacar demasiado para no ser sorprendido atrás, pero terminó defendiendo como siempre. Las opciones que Aponte desperdició en los primeros 45 no dejan mentir a nadie.

Si Montaño ya hace no poco tiempo anda poco voluntarioso, imagine que el balón caiga en los pies del bien dotado Paolo de la Haza. A un volante que comparte la primera línea de volantes en función de ida y vuelta no se le puede permitir fallas tan groseras en la cesión de pelota o remates al arco. Ciurlizza hizo la fácil, la de siempre, no arriesgó para que no lo ‘maten’.

El reloj aprisionaba con más vehemencia que la de costumbre y a Alianza le quedó enano el primer tiempo. Y la historia –fatal- de siempre era ya conocida. Aunque la ocasión errada por Aponte frente a Forsyth (una calco con plumón de pizarra del gol de Tejada de Vallejo) haya dejado signos de esperanza (“Si no nos mataron acá, es porque ganamos”) y puteadas de Costas en la oreja de Solís. En tanto, Aparicio sufría a mares con el solitario Aponte y salvó de una segura expulsión que el ‘atinado’ Robert Rafael evitó sacar.

Y no es que Alianza Atlético haya sido la maravilla defensiva. Al cuadro de Cardama le costó en las opciones de ‘tiqui-tiqui’ grone; y si no fuera por los nervios de Fernández, Aguirre y Corzo en los centímetros finales, pudo irse derrotado sin alegatos. Pero, si hasta hace poco se hablaba de la ‘Montañodependecia’, hoy ni eso. En el segundo tiempo, Costas tuvo que echar mano de Trujillo para generar peligro por los costados y reventar de centros a Laura. Sobre el final recién Alianza entero mostró las ganas, pero ya era en vano. La blanquiazul no lo iba a meter nunca, no tenía como. José Carlos había errado sin oposición y el palo le dijo a Aguirre y Velázquez que los héroes se acabaron.

Si a Ovelar lo traen para generar el fútbol que la volante sin Sánchez ha olvidado, más de uno en La Victoria ya ha enloquecido. Hay que aceptarlo, ni Corzo ni Corrales son hombres de jerarquía en ataque, y Moisela mucho menos. Si la presión de no ganar termina por bajonear a más de uno sucederá lo de hoy: nadie se atrevió a elaborar una jugada y de rotar tanto la pelota llegó naturalmente el empate.

A Alianza el vértigo se le va en casa, donde menos tiene que suceder. Y claro, sin la calidad necesaria y con la presión en la nuca, es altamente improbable salvarlo sobre el final. Es que es más fácil hacer el golazo del año al minuto 15 que embocarla sin arquero y con todos los zagueros tendidos al 93. Hoy la blanquiazul, en casa, no la hace ni aunque se jueguen 180.