foto: Gettyimages

Gustavo Martínez Morales
Has cambiado de nombre, pero te siguen queriendo, te siguen obsesionando. Tanto o más. Pobre ese de verde que te tuvo tan cerca para que te alejaras tanto. Qué tuvo el naranjita que no tenga el elegante verde. Duele más aún si coqueteaste con él hasta el final. Si pareciste jurar amor eterno. Y créeme que duele más que un blanquiazul, hijo pródigo, haya sentido en carne propia tu alejamiento. Y con él, más de la mitad del Perú también lloró.
Pero tú bien sabes que mientras más infiel seas, más te van a querer. El Werder Bremen te quiso tanto para que te alejaras, y en esta nueva edición de la ahora llamada Euroliga intentará por fin tenerte y no dejarte más.
Y ahora comienza una nueva ilusión copera donde quizá haya espacio para borrar esas lágrimas. Pero no si el equipo funciona, es un decir, como hoy en el partido de visita ante el Twente de Holanda. Un 1-0 con pleno sustento ante el subcampeón alemán. Parecía que el Bremen quisiese estar de un solo paso en la final, como si le correspondiese ese lugar de antemano. Olvidó el paso a paso que hace grande a todo equipo.
Salió al campo atolondrado, enérgico. Diría yo con soberbia. El Twente supo controlarse y no caer en ese mal juego llamado desesperación. Ordenado, pero firme, buscó siempre controlar el balón para luego jugarlo hacia las bandas, desde donde encontraba profundidad sea para el centro, sea para la diagonal. Los alemanes no atinaban sino a darle el balón a Ozil para que este realice el desequilibrio que nunca hubo, o sino jugar con Pizarro para que este también triangule. Pero el aún segundo máximo goleador extranjero de la Bundesliga no puede retrasarse tanto para buscar el balón. Necesita área, red. El Bremen, al casi no poder llegar con certero peligro a área rival iba, con el buen Naldo al ataque, cual Lucio.
Llegadas mutuas, pero sosas se sucedían hasta el minuto 39, cuando Theo Janssen del Twente saca un zurdazo de media distancia para en diagonal batir a Tim Wiesse. Golazo. Y así llegó el descanso.
Si en un principio el Bremen salió atolondrado, ahora se acercaba ya a la desesperación. El Bremen solo llegaba a base de fuerza y amor propio. Es así que Pizarro tuvo un mano a mano en el que Sander Boshke supo achicar bien y ahogó el grito del peruano.
Hubo intentos varios para ambos bandos, pero el marcador ya estaba sellado. Los verdes tendrán que buscar lo suyo en terreno propio.
Sueña, sigue soñando y obsesiónate. Pero siempre firme en la realidad. Anda despacio Bremen, que despacio se llega rápido.
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