foto: El Bocón

Renzo Gómez Vega
[renzo.gomez@corazonparaganar.com]
El traspaso de Wilmer Aguirre al fútbol mexicano ha traído de todo. Desde aplausos, elogios altisonantes y, como es natural, hasta mofas y envidias al por mayor. Lo más curioso es que casi todos coinciden en algo: se lo ganó merecidamente. Incluso, hasta sus críticos más encarnizados le han otorgado una pequeña tregua y le auguran un buen futuro, aunque aún con ciertas y entendibles dudas. Es que con el ‘Zorrito’ nunca se sabe, una tarde puede burlar a tres rivales y sacar un zapatazo soberbio; y al día siguiente, fallar abajo del arco. Afortunadamente para nuestra familia aliancista, esta irregularidad tan regular en el ‘Zorrito’ fue casi imperceptible durante la primera mitad del año. Y es que esta versión 2010 se asemejó mucho a la de sus inicios.
Todavía recuerdo aquella final del Apertura 2001 en el Monumental, donde una dupla de morenitos haciendo gala de su velocidad y potencia, hicieron trizas a los defensores cremas. Eran nada menos que Aguirre y la ‘Foquita’ Farfán. Aunque pocos lo crean, Aguirre era considerado por los técnicos de las categorías menores, como el atacante más sobresaliente de su generación, superando a otras grandes promesas –hoy realidades- como Farfán y el propio Paolo Guerrero. Era sencillamente letal. No había marcador que pudiera alcanzarlo ni arquero que atajara sus fortísimos remates. Es verdad que a esa edad un par de meses o un año pesan, pero de todas maneras las ventajas que sacaba eran abismales.
El tiempo fue transcurriendo y el mágico manto que parecía cubrir al ‘Zorrito’ desapareció. Salvo aceptables desempeños en el 2003 y 2005, Aguirre pasó a ser habitualmente una hoja de recambio, uno más del montón. La promesa se convirtió en fracaso. Un Aguirre impotente tuvo que ver como esa magnífica camada de potrillos que lideraba, emigraba rápidamente al Viejo Continente. Primero Guerrero (ni siquiera debutó), luego Farfán y hasta un González-Vigil dos años menor cruzaban el charco. Todos habían evolucionado, él, en cambio, se había estancado.
A mediados del 2006 vendría su revancha o su aparente condena. Se marcharía al Metz de Francia, equipo con el que terminaría descendiendo y anotando ocho míseros goles en dos años. Su retorno estaba cantado. Corría el 2008 y Alianza peleaba la baja, pero luego de vencer en partidos decisivos se salvó sobre el tramo final. ¿Quién fue el máximo artillero y uno de los principales artífices de tal epopeya? Increíblemente, el ‘Zorrito’. Pero nuevamente se trató de un espejismo. La temporada siguiente todo volvió a la normalidad. Errores garrafales, disparos que daban a parar a las graderías –en el mejor de los casos- o sino a ‘Mendocita’ o Isabel La Católica, pero hubo algo que lo puso al borde de la extinción: ya no era veloz. Las malas noches y los placeres de la vida, cómo no, le estaban pasando factura.
Este 2010, sin embargo, Aguirre (quien sabe por qué) se propuso ser el que insinuó. Cambió su abdomen pronunciado por uno con el que pudiera recuperar esa agilidad perdida. Los resultados fueron asombrosos: nadie fue capaz de controlarlo sin falta alguna, ni en el torneo local ni en la Libertadores; además, con su estelar actuación ante Estudiantes de La Plata pasó a engrosar esa corta pero significativa lista de refritos que estamos condenados a ver para aliviar nuestras huérfanas almas de triunfos.
¿Cómo lo hizo? ¿Cuál es el negocio? Un simple causa y efecto. Al recobrar su arma mortal también ganó confianza. No tenía imposibles ya, más aún con el ensalzamiento ingenuo de los relatores de Fox Sports: “¿Dónde estuvo escondido todo este tiempo? ¿Por qué no es convocado a la selección?” Mientras Pedro García no sabía qué responder, muchos dibujábamos –me incluyo- una sonrisa cómplice.
Hoy, la vida parece volverle a sonreír al ‘Zorrito’. Y aunque ya carga con 27 abriles en la mochila, la oportunidad de cumplir sus sueños está intacta. De él depende que su madrecita no sea recordada constantemente en México como lo fue tanto tiempo aquí. Hasta nunca ‘Zorrito’, que no sea un hasta luego ni un breve adiós. Es por tu bien…
1 comentarios:
Ojalá renzo, ojalá que Wilmer haya madurado como personal más que como futbolista. Ahí está la clave de su (posible) éxito.
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