La Paz en la tormenta

foto: Óscar Chambi Echegaray/CorazónParaGanar.com

Alianza Lima, tomándose demasiado en serio eso de sufrir para ganar, clasificó a octavos de final de la Copa Libertadores tras ganarle 1-0 al Bolívar boliviano. La emoción podría censurar el análisis, pero resulta indispensable, familia íntima, ¿no lo cree?

Gustavo Martínez
[gustavo.martinez@corazonparaganar.com]

Desde La Paz todo debería saber, y venir, mejor. Sin motivos para crispaciones, sin violencia. Así vengan unos muchachos, celestes ellos, para pretender refregarte en cara la suciedad acumulada de un mes de malos pasos. Pero los trapos sucios se lavan en casa. Y en casa, con Bolívar, te puedes sacar todas las manchas. O algunas, al menos. Digamos que por ahora, muy por ahora, pasar a siguiente ronda.

Brindando antes de tiempo

Si acaso alguien pensó en el 'Rodillo Negro' para hoy, todo quedó en la más linda nostalgia. Alianza comenzó el encuentro, en apariencia, tranquilo. Como sabiéndose superior. O queriendo creerlo, al menos. Y lo peor de todo es que el Bolívar daba pie para que se creyera en un juego que nunca hubo. Los grones atacaron en principio por banda derecha. El buen Prado intentaba el desborde y todo quedaba en buenas intenciones. Luego Tragodara se unía para armar la pared que, aunque se dio, resultó improductiva. A veces Fernández y Aguirre se unían al ver que no les llegaba siquiera un incómodo balón.

Con uno basta (a veces)

Nada distinto hasta los seis minutos, cuando Joel Sánchez roba un balón por izquierda –sí, izquierda- y tras aguantar a dos defensores se la cede a Aguirre, quien dribleó a un central, ya en el área, para sacar un suave centro que Fernández atropelló. Uno a cero para la vociferación de treinta mil almas que extasiadas solo auguraban goles y fiesta.

Bolívar te asusta

Pero el gol, en vez de tranquilizar, puso aún más nerviosos a los íntimos. Bolívar supo reaccionar y pudo haberlo empatado. Al menos la defensa local así lo pedía. Casi nunca ordenados, hacían ver los ataques bolivianos como de dinámica compleja y de una prolijidad pasmosa, cuando en realidad no había nada sistemático.

Inútil suspenso

Rescatable nuevamente el mediocampo, siempre como puntal González y la salida prolija de Quinteros. Arriba Aguirre y Fernández se las arreglaban como podían y causaron siempre preocupación en la zaga boliviana. Alianza Lima seguía sin lograr una estructura orgánica y sus ataques eran siempre esporádicos. Como esa genial jugada del 'Zorrito', en donde el efecto de la vaselina queda corto, no se pudo cantar el que acaso hubiese sido el gol de la Copa. La tónica fue la misma hasta los 45 finales. Más que alegría, la victoria en La Victoria generaba temor.

No todo es ganas

Luego, Alianza Lima volvió al campo y trató de adueñarse del balón, de imponer su ritmo. En rigor, de hacer sentir su presencia. Pero no lo logró. El equipo seguía partido. Era uno en defensa y otro en ataque. Y ninguno sobresalía. Aguirre seguía siendo desequilibrante, pero aislado. Por su parte, la visita dentro de lo endeble que era no se resignaba a la derrota. Todo lo contrario, atacó hasta el final del encuentro y estuvo cerca de empatarlo.

No preguntes cómo, solo sé que te quiero…

Estuvo claro que Bolívar no vino en plan pacifista y sí de agresión, de conquista. Sin embargo, mal que bien, devino en libertador. Liberó al menos de algunos de los fantasmas blanquiazules que ya asomaban, como el de la derrota, quizá para que no vuelva más.

Por La Plata baila el grone

En fin, más allá de cómo se ganó está allí el resultado. Uno a cero más que suficiente para clasificar tras 12 años. Bien por el profe Costas, hijo adoptivo del linaje íntimo; bien por el equipo, totalmente comprometido. Y bien por la hinchada, la más fiel y la más efusiva- Fox Sports así lo dice- que desde siempre estuvo y ahora goza viendo la punta del grupo totalmente blanquiazul.